Hacer que las cosas sucedan es la piedra filosofal de las organizaciones, ese momento místico donde la empresa empieza a tener claridad de su futuro, donde son evidentes los resultados de sus proyectos, donde se ve la luz al final del túnel, ese momento reconfortante cuando se empiezan a cumplir las promesas y las piezas caen en el lugar correcto. Ese momento de éxtasis y calma combinadas, donde tenemos tiempo para pensar en el futuro, donde la certidumbre nos inyecta un shot de energía para seguir adelante, bonito momento cuando empiezan a sonar las monedas en la bolsa del pantalón, cuando los clientes nos buscan para hablar del siguiente encargo… sin embargo la realidad es otra.
Todos hablamos de planes de trabajo y metas a todos los plazos, todos hacemos presentaciones de powerpoint, algunas mas feas que otras, preparamos reportes de avance, otros más sofisticados suben la información a plataformas de seguimiento en la nube, queriendo encontrar en la tecnología las respuestas que hacen falta en el campo de trabajo; con laptop en mano nos sometemos al escrutinio del patíbulo de la alta gerencia y del otro lado, desde el palco de la dirección, señalamos los errores, nos agitamos ante la ambigüedad, la falta de compromiso, ante la confusión, la lucha entre egos y la falta de comunicación, al final, una vez más la carnicería que llamamos reunión de avance, termina, pero todos salimos incompletos, insatisfechos, unos porque saben que no todo lo que dijeron era cierto, y los otros porque saben que la mayoría no fue cierto, y el resultado es que las cosas no suceden.
Hacer que las cosas sucedan requiere más que competencia, experiencia, buenas intenciones y herramientas. Tomate un momento para recordar los nombres de los colaboradores de tu círculo cercano que hacen que las cosas sucedan, si tienes más de tres, avanzas en caballo de hacienda, te felicito, pero puedo apostar que la mayoría no llega a tres. No me mal entiendan, no hablo de que todos los demás colaboradores no estén comprometidos, mal preparados, no conozcan su trabajo, o no tengan la camiseta, solo estoy haciendo hincapié en los colaboradores que pueden hacer que la organización con todos sus pesados y complejos engranajes se mueven hacia la meta establecida.
En todos los niveles jerárquicos, en todas las áreas y en todos los frentes, tales colaboradores clave son fácil de identificar, son intensos, brillantes, los amas o los odias, dejan de lado las peleas de egos, combinan la precisión y la intensidad de un rayo laser, jamás ponen pretextos, siempre hablan del como si, la pena los corroe cuando no llegan a la meta, solo son felices cuando las cosas suceden… pero son contados.
La buena noticia, es que esta capacidad es contagiosa, y se puede crear, porque el ingrediente secreto no es un característica nata, o requiere de un nivel de IQ fuera de serie, no, la capacidad de hacer que las cosas sucedan empieza como una forma de pensar. Por lo tanto si creamos ambientes fértiles para inyectar el paradigma de pensamiento de hacer que las cosas sucedan, tarde que temprano recolectamos los primeros frutos.
¿Tu eres de los que hacen que las cosas sucedan?, ¿Si?, entonces, ¿Qué hiciste este año para crear este paradigma de pensamiento en tu empresa?, ¿No? , ¿Dejarás pasar esta oportunidad?